Un espejo es un fenómeno físico que causa la reproducción de una imagen en una superficie pulida por la reflexión de la luz.
La reflexión
puede ser lumínica (por la luz), sonora (ondas de sonido) y también
producida por las ondas en el agua. Supone la devolución direccional de
un rayo de luz o una onda que se da en una superficie al chocar contra
ésta, de tal forma que regresa al medio inicial. El espejo produce, en
consecuencia, una imagen invertida virtual respecto de la real que
refleja. Generalmente, los espejos se clasifican según el reflejo que
producen en tres clases: planos, cóncavos y convexos.
Los
espejos existen desde civilizaciones muy antiguas, como la egipcia y la
etrusca, siendo también una parte del ajuar cotidiano de los griegos y
romanos. En aquellos tiempos, se elaboraban siempre con metal bruñido y
pulido a mano, generalmente cobre, plata o bronce. Este proceso de
fabricación es conocido como "plateo". Solían tener un mango para sujetarlos y algunos estaban decorados profusamente.
Durante
la alta Edad Media, apenas se hizo uso del espejo y ya, en el siglo
XIII, aparecen los primeros espejos de vidrio y cristal de roca sobre
una lámina metálica, aunque su uso estuvo poco extendido a nivel
popular, al ser considerado poco sobrio y un elemento de vanidad en
plena época escolástica, lo que sugería un grave pecado.
Cuando
se fabricaban con una amalgama de mercurio, con plomo o estaño, se
convertían en los espejos azogados. El azogue, palabra que proviene del
árabe "azauc" es el nombre vulgar que se da al mercurio, metal poco
abundante en la corteza terrestre que se encuentra nativo o bien
combinado con el azufre, en el cinabrio. Es líquido en condiciones
normales, de color blanco y brillo plateado, muy pesado, tóxico, mal
conductor del calor y muy bueno de la electricidad. Se usa en la
fabricación de espejos y, aleado con el oro y la plata, se usa también
en odontología. Se llama espejo azogado al que refleja toda la luz que
incide sobre él y espejo semiazogado al que refleja solamente una parte
de la luz y deja traspasar otro tanto a través de él.
En
el siglo XVI, aparecen ya bonitos espejos con marcos elegantes y pies
trabajados artísticamente. Hacia fines del siglo XVII las fábricas
venecianas empezaron a fabricar espejos de gran tamaño que, desde
entonces, sirvieron como objetos decorativos en los salones y
vestíbulos, en los que ocupaban un lugar destacado, siendo ya su uso
corriente en el ajuar doméstico de forma generalizada.
Los
espejos modernos consisten en una delgada capa de plata o aluminio
depositada sobre una plancha de vidrio, la cual protege el metal y hace
al espejo más duradero.
El
espejo ha ocupado también, desde siempre, un lugar importante en la
mitología y las supersticiones de hombres y pueblos. El fenómeno de
reflejar la imagen se ha identificado a menudo con el alma o espíritu,
de ahí, por ejemplo, proviene la leyenda de que los vampiros, cuerpos
sin alma, no se reflejen jamás en él. A veces se identifican con la
propia identidad de la persona, de su mismo ser y existencia.
Cuando alguien estaba a punto de dejar este mundo, era común en muchos
lugares que se cubrieran los espejos, por temor a que el alma del
moribundo pudiera quedar atrapada en ellos.
Las
viejas tradiciones judías hablaban de un espejo que Dios otorgó al rey
Salomón para que se convirtiera en el más sabio de los hombres. El rey
de los judíos podía atisbar el futuro en él, y así, en efecto, también
el espejo se convirtió, desde muy pronto, en un objeto mágico de
adivinación, consultas y predicciones, no hay más que recordar, a título
de ejemplo, el espejo de la bruja de Blancanieves o el espejo de los
deseos ocultos de Harry Potter.
Escritores
como Lewis Carroll usaron magistralmente la idea del espejo como
entrada a un mundo inverso en la segunda parte de las aventuras de
Alicia, en la novela llamada "Alicia a través del espejo". Borges
utilizó también el espejo asociado a la idea de la identidad
perdida, por su fobia a ellos. De igual modo, el Espejo de la Sabiduría
en el que se reflejan "todas las cosas del cielo y de la tierra excepto
el rostro de quien se mira en él", fue descrito por Oscar Wilde en el
cuento "El pescador y su alma" o J.R.R. Tolkien con su espejo de
Galadriel, capaz de mostrar el futuro...
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